Blog personal crítico y variopinto (con música al fondo)

lunes, 21 de septiembre de 2015

LA CAGADA DE FERNANDO TRUEBA

                                                                                                                         CARTAS PUÑETERAS
Estimado señor Trueba, don Fernando:

Siempre le he tenido por alguien inteligente (y pillo, pues a veces ambas peculiaridades van de la mano), de ahí que al leer en diversos medios escritos e interneteros parte de su discursete de aceptación del premio nacional de cinematografía, me haya venido a la mente que hasta los cocos que se creen más brillantes la cagan en algún  momento. La otra noche, en San Sebastián, no sé si a consecuencia del lugar en que se encontraba o del ecosistema en que suele usted moverse, metió la pata hasta el corvejón. No por decir que "ni cinco minutos me he sentido español", que al fin y al cabo es un problema suyo (y que muchos podemos comprender) sino por decirlo en el momento y lugar en que lo dijo. 

Cuando a uno le conceden un  premio puede optar por rehusarlo (por las razones que sea) o aceptarlo con educación, agradecimiento y -si quiere- hasta con un poquito de hipocresía o cinismo pero que no se note mucho. Usted no ha hecho ninguna de las dos cosas. Quizás la primera habría sido la más conveniente visto lo que dijo en su discurso-cagada (está bien, le cambio el término por discurso-pedrada, si eso le halaga más). Claro que de no haber aceptado el premio no habría podido mostrar ese ego que tiene, "tan grande como una casa". Y tampoco habría podido recibir los 30.000 eurillos del mismo, según leo en un BOE antiguo. Usted no se sentirá español pero ese pastizal ha salido de los impuestos sacados a los españolitos, les guste o no su cine. Al menos debería haberles dado las gracias en su discusillo.

Decidió aceptar el premio porque, aunque no se siente español, al dinero de los españolitos no le hace ascos, sea en forma de premios gubernamentales del tipo "yo me lo guiso, yo me lo como", sea en forma de subvenciones para que uno pueda jugar a hacer películas y pasárselo bien. Cuatro millones cuentan las malas lenguas (incluida la del BOE) que han recibido sus películas en los últimos 25 años. Al Puñetas, en cambio, durante todo ese tiempo jamás le ha llegado una perra gorda ni chica a pesar de que su trabajo es mucho más provechoso para la sociedad que el suyo, aunque más anónimo y peor pagado. En ese tiempo no he visto ni una ayuda, ni una mísera subvención ni un cochino premio que rechazar (porque yo sí lo habría rechazado muy educadamente y sin aspavientos). 

Decidió aceptar el premio para mostrar al respetable que pese a su edad (cercana a la mía) sigue siendo un joven rebelde, cañero y  autosatisfecho. Pero no era el momento para demostrar algo que es tan de mentirijillas como lo que sale casi siempre en las pantallas. Muchos somos los que tenemos ausencia de sentimiento patriótico (y otras cosas) pero jamás se nos ocurriría manifestarlas en un momento en que, si lo aceptamos, se supone que debemos poner cara de almeja, dar las gracias y decir un par de fruslerías ingeniosas antes de regresar a lo nuestro de todos los días, demostrando así que somos gente educada y con cierto mundo recorrido. Y tampoco se nos ocurriría manifestarlas en un momento histórico en que desde una región del país hay unas elecciones donde precisamente se debate a cara de perro sobre el patriotismo de uno u otro lugar. Porque si usted hubiera dicho que lo de ser patriota es una canallada y que le parece una ordinariez basar todo el ideal de una vida en ser español, vasco, catalán, andaluz o madrileño (por ejemplo), entonces a lo mejor muchos estaríamos diciéndole ahora que "así se habla, macho, sin pelos en la lengua y con ellos en la entrepierna". Pero al referirse sólo al ámbito "español" ha quedado usted como un bocazas que mea fuera de tiesto. 

El resto del discursito ha quedado eclipsado por el titular. Y es una pena porque ahí sí anduvo atinado aunque tampoco era el momento. Andan usted y el viejo mundejo de la farándula cinematográfica (los jóvenes actores y directores tienen otros rollos patateros más sanotes), tan alejado de la realidad que son capaces de confundir una boda con un entierro y viceversa. Eso sí, los 30.000 eurillos ajenos (menos lo que se llevan los trileros de Hacienda) ya los tiene a buen recaudo y su ego habrá engordado un par de kilos gracias a ellos. 

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