Blog personal crítico y variopinto (con música al fondo)

miércoles, 29 de junio de 2016

UNA DE BASURA

La única cita bíblica a la que siempre le he hecho bastante caso es esa de “Polvo eres y en polvo te convertirás”. Es una gran verdad. Dicha cita también admite una lectura aún más verdadera: “Polvo eres y en polvo te van a convertir”. Lo leía una vez en algún chiste gráfico y se me quedó grabado en el cocotero. Sin embargo, tengo para mí que más que “polvo” la palabra correcta debería ser “basura”.

A tenor de la ingente cantidad de basura y desperdicio que hacemos al cabo del día, diríase que el bichejo humanoide es un tipo eminentemente guarro. Ya saben aquello de “no es más aseado quien más limpia si no el que menos ensucia”. Pues eso, a guarrindongos y marranos no hay quien nos gane en la amplísima escala zoológica que habita en el planeta Tierra. Así que el Apocalipsis final (volvemos de nuevo al libro de todas las verdades y mentiras) no vendrá de un meteorito extragaláctico ni de una explosión nuclear. Llegará a consecuencia de la porquería que echamos al planeta, al que ya tenemos hipotecado a miles de años vista con los desperdicios radioactivos de nuestras guapísimas centrales nucleares. Como nadie suele visitar los centros de tratamiento de la basura de su municipio para darse cuenta cabal del monumental desperdicio que producimos diariamente, nadie se cree que uno de los problemas más acuciantes a corto plazo sea el excedente de basura. Cuando menos lo esperemos nos veremos con la basura al cuello.

Lo peor de todo es que tenemos asumido que la basura sirve para generar riqueza, que está eso del reciclaje (desgraciadamente, todavía es más un cuento chino que una realidad) y que cuando se la llevan los camiones la convierten en algo virtual e invisible. Ojos que no ven, corazón y mente que no se entera… Así que –siendo excelentes ciudadanos, cosa nada habitual- nos podemos seguir permitiendo el lujo de tirar todos los días nuestra bolsita orgánica al contenedor gris, otra bolsita llena de envases vacíos al contenedor amarillo (envases que tienen un coste superior al líquido que portaban) y otra repleta de papeles varios, como tropecientos folletos publicitarios que van directamente del buzón al contenedor azul sin que hasta ahora a las casas comerciales que los emiten se les haya caído la cara de vergüenza.

Toda la basura la empaquetamos en sus bolsitas de plástico correspondientes, nos la quitamos de en medio y hasta el día siguiente, donde volveremos a repetir el ritual litúrgico. Alguna vez los basureros hacen huelga y entonces, en sólo un par de días, nos damos cuenta de lo que huele la maldita basura. Ponemos el grito en el cielo, pero seguimos llenando bolsas de basura. Finalmente, las calles suelen volver a su imagen habitual (hasta en Nápoles, donde mira que es difícil…) y nuestras narices pueden descansar de los malos olores. Eso sí, todos estamos muy preocupados por el medio ambiente (que más que “medio” ya es “cuarto y mitad”) y todos hacemos lo que podemos. El primero, el Gobierno de turno. Los segundos, los fabricantes de cachivaches. Para ello el gobierno permite que los segundos llenen las estanterías de envoltorios inútiles, de trastos que funcionan con pilas que tardarán centenares de años en dejar de contaminar, de inutilidades que en un par de días llenan los contenedores de basura después de haber llenado previamente los bolsillos de sus fabricantes. Todo el mundo anda muy preocupado por el tema pero que no le toquen al bolsillo.

¡Qué fácil sería empezar por cosas bien elementales! Citemos, estrujando nuestro debilitado cerebrín, tres de ellas. Guerra a las bolsas de plástico. No repartirlas gratuitamente, como hacen ya algunos países, y acabar prohibiéndolas en poco tiempo. Vuelta al canasto de toda la vida: bueno, bonito y barato. Guerra a las latas y vidrios. Prohibición total de fabricar latas para meter en ellas varios centímetros cúbicos de cualquier aguachirle que cuesta infinitamente menos que el envoltorio. Cobro del vidrio y reintegro al consumidor cuando lo devuelva al comercio. Así se hacía en épocas de penuria y a nadie le daba asco ni tenía un derrame cerebral. Guerra a los envoltorios artificiales. La simplicidad ante todo. Nada de un montón de cartón, papel y celofán para tapar media docena de malditos bombones. Fuera tetrabricks que esconden un cuarto de litro de bebida que no da ni para aclararse el gaznate. Mano dura, en fin, a todo lo que suponga desperdicio gratuito, basura no digerible, enriquecimiento de unos a costa de malgastar y ensuciar gratuitamente el planeta de todos. Una guerra en la que, desde el capitán general al último soldado raso, todos tenemos que intervenir si no queremos acabar finalmente convertidos en basura misma.

Me temo, sin embargo, que la batalla la tenemos perdida y que mejor será que la ciencia vaya investigando cómo convertir al humanoide bípedo en un espécimen ratonil. De este modo la especie podría continuar, aprovechando la fácil aunque lenta adaptación al medio que tenemos los homo imbécilis. Y ahora, disculpen que les deje, pero tengo en el fuego una fermosa hamburguesa que me está esperando diciendo “cómeme”. Luego, tras la delicatessen, me sentaré ante el televisor para ver "Sálvame" y concluiré la noche leyendo unas páginas del último libro de Boris Izaguirre o cualquier otro pringao del corazón de melón. Menos mal que en el hogar, dulce hogar, todo continúa limpio como una patena... ¿O va a ser que no?

0 comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.


MI BANDERA

MI BANDERA

SÁTIRA & IRONÍA

SÁTIRA & IRONÍA

"VIVIR SIN MI MÚSICA SERÍA IMPOSIBLE"

La música empieza donde acaba el lenguaje.
Scroll hacia Arriba