Durante una visita al barrio de la infancia de Hillary Clinton, el entonces presidente de los EEUU y su esposa coincidieron con un amor de juventud de la tenaz abogada, quien trabajaba como empleado en una gasolinera. Al dejar el lugar, Bill Clinton comentó:
—Cómo es la vida. Ahora podrías ser simplemente la mujer de un gasolinero.
—Te equivocas —replicó la que fue primera dama—. Ese hombre sería ahora presidente de los Estados Unidos.
Y tiene razón la Hillary, ella vale para la política y él para el mamoneo.
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