Blog personal crítico y variopinto (con música al fondo)

martes, 27 de octubre de 2015

CUENTECILLO POPULAR CON CIRCO AL FONDO

DE AQUELLOS POLVOS, ESTOS LODOS (y II)

El día de ayer presentábamos nuestro primer articulillo sobre aquel famosete Estatut de Cataluña (en gran parte hoy vigente), pretexto por el cual los cantamañanas secesionistas de aquellas tierras se han liado la cabeza a la manta (ironía) y andan con el gallinero bien revuelto. Hoy toca rematar la faena de nuestra maldita hemeroteca publicando el artículazo que, casi un año después, escribíamos sobre los pormenores circenses que la aventura del dicho Estatut fue trayendo a los espectadores. Esto es Historia y lo demás son cuentos.

He seguido con cierto detalle (por querencia intelectual y familiar) el devenir de la política catalana desde las últimas elecciones, esas que aún dando la victoria a los de siempre –CIU-, por esa cosa de las alianzas postelectorales de las que nadie habla antes de las elecciones, permitieron la subida a los altares del filosocialista don Pascual y su trouppe. En el circo que se montó –un remedo de lo que posteriormente está llegando al resto del paisaje- había de todo: equilibristas, payasos, malabaristas, domadores de serpientes y hasta un oso. Los nuevos inquilinos del circo habían decidido juntar sus fuerzas para echar tripartitamente a la calle al antiguo dueño convergente. También se juramentaron que el espectáculo –por primera vez- no se iba a limitar al estrecho margen del territorio habitual, si no que iba a procurar ganarse también adeptos en territorio comanche, para lo cual era imprescindible dejar morir por inanición al antiguo capataz de éste: el PP.

-A los chicos del exbigotes Aznar, ni pan ni agua ni gaseosa...

Y empezó la función. Pronto se vio que los guionistas ponían buena voluntad, pero que su intelecto e imaginación no daba para muchos folios. Así que se limitaron a idear un solo número circense: el Estatut. Al principio aquello resultaba simpático y hasta emocionante, pese a que el personal esperaba más variedad temática.

-Oiga, ¿qué hay de mi Carmelo?
-Eso se cura con el Estatut
-¿Y qué hay de lo mío, que la Caixa no me quiere perdonar un préstamo como ha hecho con el tito Montilla?
-Unas pastillas de Estatut, mucho sol y un 3 % de paciencia, hermano…

Aquello empezó a llamarse “el coñazo del Estatut”. Pero como sólo había uno, todos arrimaron el hombro por si el número fracasaba, el circo se hundía y tenían que irse nuevamente al paro o a la segunda vivienda. En el territorio comanche, el Cabo con mando en plaza (un inexperto aprendiz de brujo al que momentáneamente la suerte le sonreía) pensaba que el numerito del Estatut le venía de perlas para dejar atado de pies y manos al antiguo capataz (otro inexperto Cabo, también aprendiz de brujo, que acabó quemándose las manos en Irak) y a sus herederos, a quienes no gustaba ni el Estatut ni nada que no hiciesen ellos mismos. Entre gente egoísta y sosa, sólo puede mandar uno y al otro mejor enviarlo a galeras por lo que pueda pasar. En eso estaba el nuevo Cabo. Así que durante meses siguió el espectáculo circense a toda pastilla hasta que los artistas de la pista empezaron a desavenirse ya que se acercaba el final y no se ponían de acuerdo en como terminar aquello. De modo que, antes de que se cayesen los palos de todo este sombrajo, el Cabo chusquero decidió recurrir al antiguo dueño del circo a través de su ahijado "Mas" próximo. Y en una visita al extinto mundo de Pujolandia lo logró. ¡Albricias, se decía la mar de sonriente! Pero el cipote que se montó entre los tripartitos no se lo esperaba, especialmente la rabieta del que más cobraba, un tal Carod, que de la extrema pobreza había pasado en un par de años a permitirse muchos lujos y hasta creerse el rey del mambo (o sea, de la sardana). Tanto se cabreó el caro amigo que decidió no participar más en el numerito del Estatut, boicoteando todas las modificaciones que el Cabo y su nuevo ayudante Mas habían acordado para que no se hundiese el tinglado. El delegado del Cabo (un ancianete ya chocheante que dirigía la función tripartita con mano casquivana y maragalliana), no tuvo más remedio que expulsar a su primo Carod.

La función (tras meses de representación) ya se la conocía de memoria todo el mundo. Sólo quedaban unas cuantas sesiones más y decidir si el numerito había sido del agrado de todos los espectadores, de unos pocos o de casi nadie. Tras el dictamen final de los espectadores (que debería ser positivo), ya pensarían en montar otro espectáculo más global, variado y atractivo para poder seguir manteniendo el chalet adosado, la finquita en Pedralbes o la Diagonal y el carné de socio del Barça. Pero para ello sería condición indispensable al menos un aprobado de la ciudadanía local. Sin éste, se corría el riesgo de que regresase el antiguo dueño del circo, ahora representado por su ahijado Mas. El aprobado, ni siquiera por los pelos, no estaba nada fácil porque aunque le tenían de quintacolumnista aliado, el excéntrico primo Carod se oponía al mismo por despecho, coincidiendo también en el NO con los expulsados del Paraíso catalán (los herederos del Aznar pepero-iraquí), que también estaban decididos a poner un cero patatero a los examinados por ningunearlos tras las últimas elecciones.

Así que los socios mayoritarios del circo no tuvieron más remedio que hacer trampas preelectorales para alcanzar su objetivo. Desde acudir a pedir ayuda al equipo de fútbol de sus amores –algo más que un club, según cuentan las viejas crónicas- hasta echar la culpa de todos los males de la exPujolandia al desterrado PP. Lo que ocurrió finalmente es cosa que sólo saben los dioses pues del futuro no entendemos los humanoides, pero sigan atentos a la pantalla que muy prontito saldremos de dudas. Mientras tanto, como todo se pega menos la hermosura, en otro territorio colindante llamado Chaveslandia (Andalucía, para algunos), empezaron a renovar la función circense (más de veinte años con la misma sintonía ya aburría hasta a los más adictos) incorporando nuevos y atractivos números musicales de karaoke (el presupuesto no daba para un montaje tan grandioso como el del circo catalán) pretendidamente parecidos a los que en la Maragallandia actual se han practicado en los últimos tiempos. En cuanto los veamos y oigamos en directo a pie de pista, contaremos qué sopor nos producen. Y es que el Puñetas gusta más de espectáculos solitarios como la lectura que de multitudinarios numeritos circenses que sólo engañan a los que ya están engañados. Y colorín colorete…

1 comentario:

  1. Estos problemas catalinos, además de pesados, están ya muy vistos: llevan más de 3 siglos tocando las pelotas con ellos. Yo creo que a lo que aspiran quienes nos abrasan con esta berrea no es a jugarse ellos el pellejo sino a que algún siglo de estos el personal español, harto de tanta moserga, considere que es más saludable mandarlos fuera y echarlos de España. Como idea es brillante: quizás sería el primer estado o nación que expulsa a una de sus partes. No sé si se saldría ganando en economía, estabilidad política, etc pero muchos nos quedaríamos con una paz emocional y espiritual del carajo.

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