¿No tienes ni puñetera idea de qué hacer o cómo solucionar cualquier asuntejo algo complicado? Nombras una comisión de expertos. ¿No tienes ganas de trabajar buscando la salida del callejón en que tú mismo te has metido? Nombras una comisión de expertos. ¿Te apetece quedar como un señorito muy democrático que da la voz al pueblo a través de sus sabios más preclaros? Nombras una comisión de expertos. Los sabios, faltaría plus, son amiguetes del partido, conocidos de la facultad, pichasfrías de calenturas pasadas. Devuelves un favor, que pagas con sueldos opíparos, y luego tendrás la posibilidad de tirar sus cuatro folios de banales conclusiones al cubo de la basura si eso es lo que te apetece o enmendarles la plana o hasta hacerles algo de caso. Son de la casa y a los amigos todo se les perdona y todo lo perdonan.
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Ahora el lechero es un experto en leche, el panadero un experto en pan, el policía un experto en rateros y el político un experto en ignorancias
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