Algunos se están cayendo ahora del guindo tras comprobar que todos los días laborables y festivos hay un político o alguien famosuelo que pasa por los juzgados para aclarar un trinque o ir directamente al calabozo. Siempre ha habido ingenuos y palmeros incapaces de oler el hedor y la basura, no por disponer de una nariz sin nervio olfativo si no -simplemente- por usar demasiada colonia y perfumes para distraer la realidad a conveniencia. En cambio, aquí seremos lo que seamos, pero tenemos unas napias la mar de despejadas así que no sólo no nos pillan de sorpresa los casos de corrupción que se vienen detectando en estos largos tiempos de crisis (cuando hay bonanza el personal anda demasiado atareado comiendo a dos carrillos como para que haya denuncias, venganzas y resentimientos) sino que afirmamos con un par de bemoles que los ha habido a miles, que el corrupto iceberg sólo muestra la puntita y que en cuanto pasen estos fríos económicos volveremos de nuevo al oasis, al jacuzzi, a la sauna y a la langosta. Incluso afirmamos que los trincones y mamones no actúan solos. Detrás suelen tener gente más importante que nunca les olvida por la cuenta que les trae, de modo que pasadas las primeras y escandalosas portadas, todo vuelve a la calma y al olvido, sepultado bajo miles y miles de legajos según marca el ritual al uso.
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Los trincones y mamones que dices, los que asoman a la luz, son sólo la punta del iceberg. Sin una patulea de gente que los sostiene, jalea y chupa del mismo bote, esos tipejos a los que se pilla no serían nadie.
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