Blog personal crítico y variopinto (con música al fondo)

domingo, 29 de mayo de 2016

UNA FINAL DE CHAMPIONS INOLVIDABLE

Cuando Toño, el nuevo fichaje del taller mecánico en que trabajo, me invitó a su casa para presenciar la final de la Champions en su televisión SuperPlus-MegaK y en Híper Definición, mis ojos me hicieron chiribitas. No por nada, pero el tío se casó hace tres meses y me cuentan otros compis del taller que su chavala está de pan y moja. Así que como no tenía mejor plan, a las ocho de la tarde y con una botella de un buen Rioja en la mano, me presenté en casa de Toño. En aquellos momentos estaba solo el gachó. La mesa ya estaba preparada, con sus velitas y todo. Y su moza en el baño, dándose una ducha, pues acababa de llegar del curro.

—Trabaja de dependienta en el Corte Inglés. Ahora la conocerás en cuanto acabe de ponerse cómoda.
—¿Y qué tal te va en la nueva vida de casado? –le pregunté para ir entrando en confianzas pues yo con el Toño, como es nuevo, apenas he tenido mucho palique.
—Estoy que me salgo. Más o menos como Cristiano, Oblak, Sergio Ramos o Fernando Torres.
—Mira qué bien –le repliqué, envidiosillo-. Pues yo ni entro ni salgo sino todo lo contrario. Más o menos como el Barça…

En estas que apareció Yolanda, que así se llama la parienta del Toño. Señores, ¡qué moza! Tipo Ferrari, con una carrocería último modelo, aunque no sé yo si los neumáticos serán naturales o recauchutados. Me saludó guiñándome un ojo, la muy salerosa, y a mí sólo se me ocurrió decir, fruto de la impresión…

—¡Jodéee….!
—¡Eso –replicó Toño-, los vamos a joder vivos a esos proletarios del Atletico!

Nos sentamos en el sofá y yo ya no sabía a donde mirar, si a la tele megaguay donde el HD me presentaba el campo como si yo estuviese allí dentro, si al bigote del Toño que no paraba de moverse masticando chicle o a los neumáticos de la Yolanda, aunque sus cachas –semidescubiertas al sentarse en el sofá- invitaban también a no perdérselas de vista. ¡Jodé, no se pueden comparar las piernas de Cristiano con los jamones de una buena moza, por muchos goles que haga el amigo! Cuando llegó el gol tempranero de Ramos, empezó la fiesta. Pareciera que el golete en fuera de juego del capitán merengón hubiera transformado a aquel par de tortolitos en una pareja de empalagosos cretinos. Se pusieron tan contentos que empezaron a darse besos en los morros en plan película X y a decirse cursiladas tales que aquella escena era de una imbecilidad sorprendente e inesperada:

—¡Ramos, guapín, quiero un hijo tuyo! –empezó a gritar y saltar la Yolanda, con tal alborozo que pensé por un momento que se quedaría con las domingas al aire.
—Nena no me quiere, yo enfadarme –le dijo algo mosqueado el Toño.
—Pero tontín, si sólo es una frase hecha… -replicó su amorcito, dándole un ósculo (para los de la ESO: beso) en todos los morros.

Aquello fue el pistoletazo de salida y no sé si para congraciarse el uno con la otra o porque los dos son así de imbéciles en la intimidad, empezaron a mezclar el partido con su amorcillo.

—¿Cuántos goles me vas a meter esta noche, Toñoño mío?
—Tantos como meta el Madrid, pichurrichona mía…
—Ay, qué bonito, Toñito…, mi principín guapetín…
—Hum, que te como tu salsita pichurritita, mamita mía!

Juro por San Cucufato que nunca he visto un partido más desconcentrado por culpa de aquellos dos mastuerzos. ¿Puede el presunto amor y el gol de un defensa central transformar a dos seres aparentemente normales en dos monstruos del cretinismo y la idiotez compartida? La pareja cursilona y relamida me estaba amargando la final mientras que ellos no paraban de toquetearse y de decirse chorradas. Así que en cuanto llegó el descanso simulé horrorizado que me parecía que había dejado abierto el grifo de la bañera y que tenía que regresar urgentemente a mi piso a cerrarlo. La tontícola pareja, deseosa de dar rienda suelta a sus azucaradas querencias (a ello también ayudó el que se zumbaron todo el Rioja en un pis pás) me pidió que, antes de irme, cortara la tarta que habían comprado para festejar la victoria madridista.

—No queremos que te vayas sin que participes de la tarta victoriosa, porque este partido lo ganamos por dos cero, monín... –me dijo la señora del Toñoño.
—Espérate que el Atlético se ponga las pilas y saque el hacha de guerra –repliqué para joder un poco la marrana…
—Ganaremos por tres a uno –me replicó el señor de la pichurrichina-, el segundo lo meterá Cristiano y el tercero Bale. Ya lo verás si es que no tienes en casa a los bomberos achicando agua… Anda, corta la tarta y tómate un trozo antes de irte.
—Pero no le hagas mucha pupa al pastel –dijo melosa aquella tipa, más buena que el pan pero más tonta que una cebolla.

Y Toño me dio el cuchillo. Su mujer y él se volvieron de espaldas para no ver el navajazo que yo iba a darle al pastel. En esos momentos me entró un cabreo que ríanse del que tenía Simeone y todos sus chicos por ir perdiendo. Mi cabeza se llenó de sangre, mis ojos se salían de las órbitas y el cuchillo en mano invitaba a segar los pescuezos de aquel par de gilipollas. Afortunadamente recobré la calma pensando que por culpa de Sergio Ramos podría salir en los periódicos y entrar en la cárcel. Partí el pastel en varios trozos, los repartí a aquellos idiotas y me despedí a toda prisa mientras me saludaban abrazados (él tocándole el culo a ella) diciendo:

 —¡Nos vemos en la próxima final de Champions!
—¡Y una mierda! –dije sin que me oyera aquel par de pollitos tan cretináceos.

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