No sólo se van los pobres chavales que no tienen porvenir alguno en España pese a sus dos licenciaturas, cuatro masters y tres idiomas. También se van algunos de nuestros empresarios más emprendedores, hastiados de tener que tragar en un país donde hasta para ir a mear te piden un certificado (con su correspondiente impuesto). Ya hasta las viejas glorias furboleras, que aún pueden dar bastante guerra, se largan al extranjero hartos de que cuatro desgraciaos -incluyendo al ricachón presidente- le hagan la vida imposible. Así que San Casillas, al que el Madrid va a echar de menos en cuanto comience la Liga, se ha tenido que largar a Oporto en busca de lo que no le sabemos dar en este país cainita: tranquilidad. Buenos alimentos sí que se le han dado, pero es la excepcion porque aquí no hablamos de cultura o emprendimiento sino del puñetero fútbol profesional, opio del pueblo y sangre a precio de caviar. Y mientras tanto, en las más ilustres instituciones del país, permanece o acaba de llegar una enorme patulea de inútiles, demagogos, incompetentes y rateros que se van a hacer de oro a nuestra costa y que no van a detener la sangría de los que se van afuera, sino todo lo contrario. Nos quedamos con lo peor de cada casa y se nos tienen que ir los mejores, los que más necesitamos. Echamos a Casillas, un suponer, y se quedan los "humoristas" Zapata o Marisol Moreno. Somos expertos en hacer un pan como unas tortas.
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