Antiguamente los niños venían con un pan debajo del brazo. Eso, al menos, le oí decir a mi abuelo. Hoy en día te traen una Play Station o un disco de cualquier famosilla o famosete que, a falta de voz, presume de tetas y culo. Sin embargo, hay pueblos que –pacíficos ellos- prefieren que sus hijos vengan al mundo con una bomba para, si se tercia, explotársela a sí mismos y a los jodidos enemigos, de manera que de un solo bombazo se matan varios pájaros a la vez: una boca menos que alimentar (la vida es que está muy difícil), un inocente más en el Paraíso y una pequeña montaña de enemigos desaparecidos del mapa terrenal. En resumen: un acto heroico más que contribuirá a la causa del pueblo, de la patria o de la única religión verdadera. Y hasta la próxima.
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En unos países los niños como mano de obra e, incluso, mano de guerra. Y en otros países, como en el nuestro, los niños como fastidio o estorbo. ¿No hay término medio?
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