Cuando ganó el torneo Roland Garros, a Albert Costa le preguntaron que cual era el secreto de su éxito, y el muy cachondo pero a su vez muy inteligente tenista, dijo que su secreto estaba en el jamón ibérico. Lo que no dijo a los franchutes ignorantes (ellos comen esa porquería de jamón llamada “de York”) es que ya los emperadores romanos se ponían como cerdos comiendo patas del susodicho animal, saladas y secadas en las sierras de Hispania. Y que el cerdo ibérico es tan sabio que sus jamones, a pesar de tener grasa, disminuyen el colesterol y los triglicéridos. Por si fuera poco, son bajos en calorías y nadie puede abusar de su consumo debido al prohibitivo precio que tienen. Un milagro redondo el del cerdito ibérico, más inteligente que su homónimo humanoide
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Donde va a parar la comparación entre el cerdo ibérico y el humano. Yo también prefiero al ibérico (y no me refiero al humano que vive en Iberia, por supuesto....
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